Definición de Criptografía

Periodista esp. e investigador
Pese a que puede parecernos una disciplina muy nueva que se aprovecha en exclusiva de la potencia que nos ofrece la computación moderna, lo cierto es que la criptografía es una ciencia tan antigua como el propio “arte” militar, y buen ejemplo de ello es que se conocen bastante bien técnicas y códigos de cifrado empleados, por ejemplo, por Julio César.
La criptografía es la ciencia que estudia la forma de transmitir mensajes de forma que solamente el emisor y el receptor puedan conocer su contenido, el cual debe quedar ofuscado para el resto de quienes puedan interceptar la comunicación, especialmente del bando enemigo.
Para ello, deben ser realizadas dos operaciones, una en origen y otra en destino: en origen, “codificamos” el mensaje, un paso que consiste en ofuscarlo para que nadie más pueda leerlo, mientras que en destino deberá ser “decodificado” para permitir la lectura de la información que contiene.
Los primeros métodos criptográficos para el cifrado de mensajes son tan antiguos como las primeras campañas militares.
Así, en el Egipto o la Roma antiguos, un método muy simple consistía en la sustitución: a cada carácter de un mensaje se le asigna otro del alfabeto, de forma que la lectura del texto codificado sea imposible, por lo menos de obtención de una lectura coherente.
Los mensajes se transmitían de diversa forma, desde memorización por parte del mensajero, escritura en un papel, o incluso se llegó a tatuar en la cabeza rapada del mensajero para, posteriormente, dejarse crecer el pelo.
Si no había prisa en el envío del mensaje (como en el caso de sitios prolongados a asentamientos), este último era un método bastante bueno. En destino, se le volvía a rapar la cabeza al mensajero, y se desdodificaba el mensaje.
No obstante, el código de sustitución adolece de un problema insalvable: basta un conocimiento medio/alto del idioma en el cual ha sido codificado el mensaje, para poder realizar pruebas de sustitución de caracteres y, por repetición, empezar a encontrar plabras y deducir otros caracteres codificados.
La repetición sistemática de algunas letras en el habla, como las vocales, facilita la tarea de quien busca romper la seguridad del mensaje.
Con el renacimiento, un nuevo florecimiento para las ciencias, y también una época en la que se desarrolla la tecnología militar por necesidad de ella, la criptografía realiza un salto cualitativo.
Surgen los códigos que utilizan letras distintas para posiciones distintas, ofuscando todavía más los mensajes ya que no permiten a quien intenta descifrarlo sin la clave, jugar con la repetición de los caracteres, pues una misma letra puede tener como correspondencia distintos caracteres en el mismo texto.
También empiezan a entrar en juego, aunque de forma muy básica, las matemáticas y diversos artilugios con engranajes que realizan cambios a los textos para hacer que no se repitan caracteres y, por lo tanto, sean más difíciles de descifrar.
El desarrollo mecánico lleva a un salto adelante a la criptografía durante la Primera pero, sobretodo, la Segunda Guerra Mundial.
De este periodo es especialmente famosa la máquina alemana Enigma, considerada como indescifrable en aquella época, pero cuyos códigos fueron rotos en primer lugar por la inteligencia polaca (trabajo cedido a los británicos tras la invasión de Polonia por parte de las tropas alemanas), y después por la británica gracias en primer lugar a la captura de un libro de códigos, también a un mensaje de felicitación navideña demasiado evidente, y al trabajo de los matemáticos de Bletchley Park liderados por Alan Turing.
También en esa época el análisis criptográfico con el objetivo de romper el código del enemigo ve un salto cualitativo espectacular; así, y además de Enigma, también se rompen los códigos de cifrado japoneses (por parte de la inteligencia norteamericana, conociendo por ejemplo el ataque a Pearl Harbour pocas horas antes de que se realizara), o los de distintos países aliados por parte de los servicios de inteligencia y análisis de las fuerzas del Eje.
La Guerra Fría sería un escenario perfecto para el espionaje y, con él, la evolución de las técnicas y tecnologías criptográficas.
La ciencia de la computación, muy desarrollada durante la Segunda Guerra Mundial, continúa avanzando tras la guerra.
Pero será con la era de los microchips de silicio que la criptografía dará un paso de gigante y llegará a todo el mundo.
Actualmente, la posibilidad de encriptar no solamente ha pasado de los mensajes cruzados entre dos partes a permitir la protección de múltiples elementos como archivos de fotos u otro tipo, sino que también ha pasado de ser patrimonio exclusivo del estamento militar y de las agencias de inteligencia, a poder ser utilizado por todo el mundo.
En Internet podemos encontrar fácilmente aplicaciones de criptografía para codificar toda clase de contenidos, como las basadas en PGP.
Los métodos de cifrado más efectivos actualmente utilizan un par de claves: la pública y la privada.
La clave pública solamente sirve para descifrar, y como su nombre ya deja a entrever, podemos hacerla pública sin ningún problema para que quien quiera pueda decodificar nuestros mensajes.
La clave privada es la que queda en nuestras manos y no debemos dar a conocer a nadie, ya que es la única que nos permite encriptar mensajes garantizando nuestra autoría. Con solamente la clave pública, es imposible que alguien encripte un mensaje haciéndose pasar por nosotros.
Las aplicaciones de criptografía tienen límites en su uso en muchos países, lo que permite a las agencias de seguridad e inteligencia gubernamentales descifrar su contenido en investigaciones policiales o de seguridad nacional.
Las actuales aplicaciones criptográficas se basan en algoritmos matemáticos.
Cada uno de estos algoritmos presenta una determinada dificultad a la descodificación por “fuerza bruta” sin disponer de la clave de desencriptación. Esto quiere decir la potencia de cálculo necesaria para, mediante prueba y error, acabar descubriendo la información que se oculta tras un mensaje codificado.
El próximo salto cualitativo y cuantitativo para la criptografía lo representará la computación cuántica.
Las computadoras cuánticas proporcionan tal potencia de cálculo que pueden construir códigos que tardarían miles o millones de años en ser decodificados por computadoras convencionales e, incluso, por otras computadoras cuánticas.
Los emisores y receptores de mensajes codificados habitualmente juegan también con la “caducidad” de la información.
Por ejemplo, no sirve de nada decodificar la información sobre una operación militar iniciada por el enemigo cuando esta ya se ha producido.
Foto: Fotolia – adman6060

Trabajo publicado en: Feb., 2018.